martes, 29 de abril de 2014

Šentrupert

De la Hungría profunda a los abismos rurales de Eslovenia. Tan solo un fin de semana después de conocer algo más el país magiar volví a conducir hacia el este, aunque un poquito más cerca. El objetivo era pasar el día en Šentrupert en casa de una amiga para celebrar un cumpleaños. Šentrupert es un pequeño pueblo de la región de Dolenjska que forma su propio municipio junto a las aldeas colindantes solamente desde el año 2006. Está en una comarca con suaves colinas y un tanto apartada de las grandes vías de comunicación, lo que hace que mantenga un agradable ambiente rural. Tanto es así que tuve la sensación de estar en un pueblo en Eslovenia después de mucho tiempo, sensación curiosa cuando precisamente vivo en uno. Supongo que lo tengo ya tan interiorizado y visto que ni me doy cuenta de ello. Fue un placer dar un paseo por el campo y disfrutar de la naturaleza en una tarde muy agradable. Aparte de por una interesante iglesia gótica y de la tumba del mayor asesino en serie de la historia eslovena (la cual no nos dio por visitar y que se encuentra aquí al ser el cementerio más cercano a la prisión de Dob pri Mirni, la más grande y una de las pocas del país), Šentrupert se ha hecho conocido desde hace poco tiempo por dar cobijo a un museo de kozolci, justo enfrente de la casa de mi amiga. El kozolec es el máximo exponente etnográfico de la cultura eslovena. Se trata de una gran estructura de madera que sirve de pajar, en la que el heno y otras productos agrícolas se cuelgan para que se sequen. Individuales o dobles, salpican el campo esloveno, muchas veces en un estado lamentable debido al olvido al que los están desterrando las nuevas tecnologías agrícolas. Por eso decidieron abrir el verano pasado este museo, transportando gran cantidad de ellos hasta Šentrupert para crear un museo al aire libre donde se pudieran conservar y la gente tuviera opción a visitarlos. A pesar de contar con fondos europeos la entrada sube hasta la astronómica cifra de cuatro euros, así que nosotros, siendo casi locales, decidimos colarnos. Pasamos un buen rato subiéndonos a ellos y observándolos, hasta que la directora del museo tuvo a bien venir a echarnos. Fue un viaje directo a la adolescencia. Probablemente este altercado también despertó en mí esa sensación de estar en el pueblo.

Dežela kozolcev, es decir, la tierra de los pajares
Atardecer en Šentrupert


sábado, 26 de abril de 2014

Veszprém

Ríos de tecla han corrido ya en este blog acerca de los países vecinos de Eslovenia. De todos excepto de uno, el más alejado de mi zona. Pero probablemente no sea esa la única razón, y es que Hungría tal vez sea el vecino al que los eslovenos le prestan menos atención. Es con el país que tiene menos kilómetros de frontera, y los más alejados del centro del estado. A ningún esloveno se le oye hablar de que se ha ido de compras o de vacaciones a Hungría, como sí ocurre con Austria, Italia y Croacia. De hecho, pensad que me ha llevado casi cuatro años visitarlo, más allá de aquella vez que pisamos la frontera. Martijn y yo llevábamos mucho tiempo hablando de visitar a Zoltan, otro amigo de la época del SVE. Y un fin de semana de marzo por fin lo llevamos a cabo. Casi cuatrocientos kilómetros de carretera, en los que decidimos no coger la autopista en Hungría para evitar pagar la "viñeta" del peaje. Nos llevó más tiempo, pero también convirtió la ruta en una experiencia más interesante y no exenta de sobresaltos, cruzando innumerables pueblos húngaros. Primero, junto a la frontera con el Prekmurje esloveno, de aspecto totalmente deprimente, en condiciones un tanto precarias. Después, una vez llegados a la orilla del inmenso y famoso lago Balatón, de aspecto más cuidado.

En la Hungría profunda

Muy cerca del extremo oriental del lago se encuentra una ciudad de más de sesenta mil habitantes, bastante grande para los estándares eslovenos pero que en Hungría se queda aún lejos de las ciudades más grandes. Por nombre lleva Veszprém y en ella nació y creció Zoltan. Llevábamos mucho tiempo sin vernos, pero aún así disfrutamos mucho del tiempo juntos. Nos echamos nuestras risas y también pudimos conocer a fondo la ciudad, paseando a pesar del tiempo inestable. Veszprém me sorprendió muy gratamente, pues tiene un casco antiguo de considerable tamaño y muy bonito, con una arquitectura que, como no podía ser de otra manera, cumple todos los cánones austrohúngaros. Pudimos charlar también sobre el peculiar idioma húngaro y las condiciones de vida allí, con unos salarios miserables y unos precios que para los que tengan euro en su país son bastante bajos, pero no para los locales. Siempre he pensado que los húngaros son gente un tanto rara, por las experiencias que he tenido con algunos de ellos. Esta vez era mi segunda ocasión en Hungría, tras la visita a Budapest (que por otra parte, para mí es la ciudad más bonita en la que he estado) de mi época erasmus, y ha contribuido a cambiar totalmente mi opinión. A ello también ayudó lo bien que lo pasamos por la noche con Zoltan y sus amigos, con un inglés destacable para ser húngaros y muy agradables, a pesar de que me quisieran alcoholizarme, entre otras cosas con pálinka, el licor nacional de los húngaros.

Veszprém
La plaza principal de la ciudad con la torre de los bomberos
al fondo, uno de sus símbolos
Lugar encantador junto al casco antiguo
Chupitos patrióticos. Y es que los húngaros son gente muy
patriota. Cualquier sitio es bueno para tener la bandera

La mañana del domingo decidimos hacer una visita fugaz al Balatón antes de volver a Eslovenia. Nos acercamos a una de las localidades más grandes y más turísticas de este lado del lago, Balatonfüred. Estaba prácticamente desierto, pero aún así fue interesante ver ese ambiente desangelado que tienen los resorts de veraneo en otra época del año. Contraste aún mayor si comparábamos su saludable aspecto con los deprimidos pueblos de la frontera. El lago lo había visto aquella vez en el tren de Budapest a Zagreb, pero esta vez lo vi con otros ojos totalmente distintos. Es un lago de dimensiones enormes, en el que no se ve la otra orilla en todas las direcciones y que llega a tener olas pequeñas. Quién sabe cómo será veranear allí.

Un lago enorme
En el Balatón se mueve dinero

sábado, 19 de abril de 2014

Biatlon Pokljuka

Este invierno ha sido el primero en el que he seguido más a fondo los deportes de invierno, cada vez más populares aquí en Eslovenia. Si bien este año Tina Maze en la Copa del Mundo ha hecho una temporada discreta, triunfó en los Juegos Olímpicos, donde también lo hicieron otros deportistas como el saltador Peter Prevc. He visto bastantes pruebas por televisión y he empezado a comprender bien cómo funcionan las diferentes disciplinas. Los Juegos de Sochi fueron un auténtico acontecimiento en el país, consiguiendo ocho medallas en varias disciplinas. Uno de estos deportes de nieve que he empezado a ver este año ha sido el biatlón. Se trata de un deporte que combina el esquí de fondo y el disparo. En España apenas tiene repercusión, pero en el centro, este y norte de Europa causa sensación. Y es que no es nada fácil apuntar a la diana después de meterte un sprint sobre los esquís. En esta especialidad Eslovenia no es un país puntero, pero sí tiene buenos representantes tanto en categoría masculina, con Jakov Fak (de origen croata), como femenina, con Teja Gregorin, que consiguió una sorprendente medalla de bronce en Rusia. Dentro del biatlón hay diferentes pruebas en función de la distancia a recorrer. Dan más o menos vueltas a un circuito y a cada paso por la zona de salida y meta disparan en diferentes posiciones, tumbados o de pie. Tienen cinco tiros, y si fallan alguno deben dar una vuelta de penalización a un pequeño circuito. Cada marzo Pokljuka acoge una prueba perteneciente a la Copa del Mundo de la disciplina. Este año llegaba tras la enorme resaca de Sochi y miles de aficionados, muchos de ellos extranjeros para mi sorpresa, se desplazaron a la popular meseta a animar a los deportistas locales y foráneos. Yo fui uno más de ellos en un domingo soleado y agradable. A pesar de que es un deporte en el que tampoco se puede apreciar mucho en vivo fue una experiencia interesante. Este deporte tiene algo especial, al combinar esa mezcla tan peculiar entre carrera y disparo. Probablemente no hubiera ido si no pudiera haber entrado gratis, porque la entrada era realmente cara, pero, incluso a pesar de las horas que me tiré esperando al autobús gratuito a Bled, mereció la pena. En la prueba masculina de 15 kilómetros con salida en masa la victoria fue para el sueco Bjoern Ferry por delante del "gigante" francés Fourcade, mientras que en los 12,5 kms con salida en masa femeninos el triunfo fue para la belleza bielorrusa Darya Domracheva, quien había arrasado días antes en las Juegos Olímpicos. Las actuaciones de los eslovenos fueron para olvidar en esta ocasión.

Unos cuantos metros de nieve para la ocasión
Un iglú natural como bar
Gran ambiente y preciosa estampa invernal
Jakov Fak no tuvo su día
Domracheva victoriosa

miércoles, 16 de abril de 2014

Merry London e la Toscana

No todo ha sido penar en este invierno. También ha tenido cosas muy buenas. La mejor, sin duda, que por fin me he convertido en tío, que se dice pronto teniendo ya 28 tacos y siendo el menor de cuatro hermanos. Ello ha llevado a mis primeras navidades sin pisar España y a visitar Londres, de donde es mi sobrino, en un par de ocasiones. La primera fue para una bonita semana de navidades, en la que disfrutamos la ciudad de una forma diferente, no tanto como turistas sino relajados y más a fondo. No dejamos de conocer cosas nuevas, como las preciosas afueras de Greenwich y su meridiano cero o una visita guiada gratuita por el palacio de Somerset. Pero lo mejor fue pasar el tiempo en familia y preparar una grandiosa comida inglesa de Navidad, con su pavo y demás. Y no me debo olvidar de la divertida (y gay) comedia que vimos en un teatro de barrio que llevaba por nombre "Margaret Thatcher Queen of Soho". Ahí es nada.

Comida inglesa de navidad
Somerset House
El trayecto en barco a Greenwich, aunque algo caro, merece la pena
Espectaculares vistas desde Greenwich


Para entonces mi sobrino aún no había nacido, así que a mediados de febrero volvimos unos días para conocerle, cambiarle pañales y mecerle para que dejara de llorar (todo ello mientras los eslovenos se llenaban de orgullo cosechando medallas en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi). Yo era uno de esos que siempre decía que no le gustaban los niños, algo que empezó a cambiar cuando comencé a trabajar con ellos. Pero tener uno en tus brazos de tu propia familia es algo totalmente diferente. Espero verle pronto de nuevo. No fue a la única persona a la que visitamos. También aprovechamos una noche para salir y quedar con Gonzalo, un amigo de ambos de la época erasmus que desde hace un tiempo vive en Londres, y zamparnos una hamburguesa divina.

Ambas ocasiones el viaje fue el mismo, desde Liubliana con Easy Jet. Pero la vuelta del segundo viaje fue diferente para mí. No regresé a Eslovenia, sino que tomé un vuelo de Ryanair desde Stansted en dirección a Bolonia. Allí me iba a reunir con los grandes Antonio y Eduardo. Ellos ya estuvieron en Eslovenia, hace tanto tiempo que parece que sucedió en otra vida. Así pues, esta vez acordamos vernos a mitad de camino, y que mejor lugar que la Toscana y alrededores para ello. Después de esperarles más horas de las recomendables en el aeropuerto de Bolona (que al menos era bastante agradable) cogimos un transfer directo a la perla que es la ciudad de Florencia. Una ciudad turística donde las haya y con grandes joyas de la historia del arte, especialmente en lo que al Renacimiento se refiere. Grandes hits como la catedral y su cúpula de Brunelleschi, "El nacimiento de Venus" de Botticelli, el "David" de Miguel Ángel y un casco antiguo enorme, en el que no había más que turistas, muchos de ellos estadounidenses y japoneses. Es una ciudad muy bonita, pero ese ambiente tan turístico nunca me gusta. Todo lo contrario que en Bolonia, nuestra siguiente parada. La ciudad universitaria italiana por excelencia estaba repleta de vida, con calles a reventar de gente local. Tiene un centro histórico también coqueto, en el que destacan sobre todo esas dos altísimas torres medievales, pero es cierto que no hay cosas de gran trascendencia como en Bolonia. Aunque tiene algo que cautiva. Esas tapas que se ponen en los bares y el ambientazo nocturno. Nos pusimos finos. Y como todo lo bueno se acaba, una tarde de domingo tuve que volver a Eslovenia, con un barato y agradable transfer de GoOpti, que siguen creciendo y recientemente han ampliado y expandido sus destinos.

Preciosa Florencia
Foto ilegal de mi tocayo
Las dos torres de Bolonia, que no
de la Tierra Media
Miedito para subir hasta arriba

sábado, 12 de abril de 2014

Land of dreams

Dos años después de que se mostrara un pequeño boceto de mí en la radio eslovena volví a tirarme a la piscina y respondí al llamamiento de Radio SI y su nuevo programa "Land of dreams" sobre extranjeros viviendo en Eslovenia, prácticamente igual que "Evropa osebno", pero en inglés. Como dice el extracto de la página web la charla con Korab, el agradable macedonio que dirige el programa, giró en torno a mi vida en Bled, la práctica del deporte, la música y mi opinión sobre los eslovenos y su país. Aquí abajo lo pongo para que quede constancia:


Y si nos ponemos ególatras tengo que poner otro documento de los medios de comunicación que en su día se me olvidó. Es una foto que apareció en un artículo sobre voluntarios extranjeros en el Eurobasket. A mi no me entrevistaron, pero al menos sale mi careto en el diario "Ekipa", el periódico deportivo más importante de Eslovenia. Vamos, casi casi como si saliese en el Marca.